domingo, 18 de septiembre de 2016

Legio XXI Rapax, la legión depredadora. Por Dany Cuadrado Morales.

Desde el corazón de la Mancha, llega a Sedetania Dany Cuadrado Morales, un jovencísimo escritor enamorado de la Antigua Roma. En su primera colaboración en este blog, nos ofrece un estupendo resumen de la historia de la Legio XXI Rapax, legión romana creada por Augusto en el 31 a.C. y que fuera aniquilada bajo el mandato de Domiciano en el 92 d.C.  



Legio XXI Rapax, la legión depredadora.


Uno de los pilares fundamentales del poder romano fue, sin duda, la enorme proyección militar de sus legiones. Las fuerzas armadas romanas pudieron mantener la seguridad de las fronteras de un inmenso imperio durante siglos. Por lo general el ejército estaba dirigido por buenos generales y oficiales de la talla de Corbulón, Nigrino, Julio César y tantos otros. Sin embargo en otras ocasiones los mandos militares eran unos completos inútiles que carecían de experiencia o tácticas algunas. Baste recordar a Publio Quintilio Varo en Teutoburgo o a Marco Licinio Craso en Carras. A pesar de todo, las legiones romanas mantuvieron su poder y su disciplina hasta los últimos tiempos del Imperio y lograron adaptarse para derrotar y conquistar infinidad de pueblos, cartagineses, hispanos, galos, macedonios, dacios, sármatas…son sólo algunos de ellos.  

Pero los legionarios romanos no sólo combatieron contra rivales externos, también se enfrentaron entre ellos. Tal es el caso de la legión XXI Rapax. Esta unidad fue creada por Octavio en el año 31 a.C, el mismo año que obtuvo la victoria sobre Marco Antonio.
Sus efectivos teóricos, como en toda legión romana, eran de aproximadamente unos cinco mil legionarios de infantería pesada y un destacamento de ciento veinte jinetes, aunque sobre el terreno el número de hombres solía variar de una unidad a otra.
Tras la batalla de Teutoburgo, el renombrado desastre militar de Varo, la XXI fue trasladada a la frontera de Germania y estableció su base en Vetera junto a la legión V Alaudae. Es irónico que ambas legiones, ahora juntas, fueran aniquiladas unos años después bajo el gobierno del terrible Domiciano.

Posteriormente, en el año 43 la unidad es trasladada al campamento de Vindonissa, en Germania Superior. Estos años fueron relativamente tranquilos para los legionarios de la XXI, sin embargo la muerte del emperador Nerón acabó con dicha tranquilidad y la legión XXI Rapax tuvo que escoger a uno de los candidatos que luchaban por el ocupar el trono imperial en lugar de mantenerse neutral. Se decidió por apoyar a Aulo Vitelio. En esta época se consideraba a la XXI como una de las mejores legiones de Imperio, una unidad de élite compuesta por soldados veteranos curtidos en combate. Vitelio gobernó unos pocos meses hasta que otro aspirante le arrebató el trono, este hombre no fue otro que Tito Flavio Vespasiano, el hombre que instauró la dinastía Flavia. A pesar de haber combatido bajo el mando de un rival, Vespasiano no podía desaprovechar las capacidades guerreras de los legionarios de la XXI Rapax y fue enviada, bajo el mando del general Petilio Cerial, a sofocar la revuelta de los bátavos. La XXI fue usada de punta de lanza y combatió con valor hasta el fin de la rebelión. La legión permaneció en aquella zona, acantonada en Moguntiacum.

Llegamos así al año 89, donde el destino de la legendaria unidad quedó sellado. En aquel tiempo reinaba el emperador Domiciano, el segundo hijo de Vespasiano y el último de los Flavios. El César no tenía nada que ver con su padre o su hermano Tito y se erigió en un tirano cruel e implacable. Aunque emprendió numerosas campañas militares en el Danubio y el Rin el emperador cosechó más bien resultados modestos, por mucho que tratase de adornarlos. En el 87 la legión V Alaudae fue totalmente aniquilada por los dacios y sus aliados en la batalla de Tapae.

Dos años después el gobernador de Germania Superior, Lucio Antonio Saturnino, se sublevó a causa de un problema personal con el emperador. Saturnino trató de aliarse con los germanos supuestamente vencidos por Domiciano pero sus refuerzos no llegaron nunca pues un inoportuno deshielo del río Rin les impidió cruzar a tiempo. El gobernador tendría que hacer frente a Domiciano con tan sólo dos legiones, la XIV Gemina y la poderosa XXI Rapax. Es curioso que los mandos de ambas unidades se decidiesen por apoyar a Saturnino, si bien Domiciano era un sujeto rematadamente déspota y loco, no era ningún idiota y sabía que para mantenerse en el poder debía tener al ejército y a la guardia pretoriana contentos y por ese motivo a los legionarios les faltarían muchas cosas, pero no las pagas, que solían llegar puntualmente. El caso es que el emperador en persona se puso al frente de sus tropas leales para combatir al rebelde. Abandonó las comodidades de Roma y partió al frente.

Cuando las legiones del César llegaron los soldados que apoyaban a Saturnino decidieron abandonar al usurpador. Aquella rebelión estaba condenada al fracaso desde el principio y una batalla a gran escala lo único que traería sería un debilitamiento de las fronteras del norte del Imperio. Con los dacios y los sármatas lanzando constantes ataques sobre las provincias de Panonia y Moesia y la aún reciente pérdida de la legión V Alaudae, los romanos no podían permitirse enzarzarse en luchas intestinas. La rebelión del usurpador Saturnino acabó pronto y la venganza de Domiciano se tradujo en las ejecuciones del propio gobernador rebelde y de muchos mandos y oficiales de las legiones XIV y XXI. Las cabezas de todos ellos fueron exhibidas más tarde en Roma. Incluso el emperador aprobó una nueva ley para que esas legiones rebeldes no compartiesen nunca más el mismo campamento militar. Sin embargo nuestra XXI Rapax volvió a sobrevivir a la ira de un César. Sus habilidades en combate eran demasiado valiosas como para disolver o ejecutar a la unidad entera.

Desafortunadamente Domiciano ya no confiaba en esas legiones. Para el emperador una traición de ese calibre era imperdonable y tenía que buscar el modo de castigar a esos legionarios por sedición. En su perversa mente el César trazaba las líneas maestras de su venganza.
La legión fue desplaza a Panonia aprovechando las cada vez más tensas relaciones con dacios y sármatas, quiénes dirigidos por el rey dacio Decébalo se aprovechaban de la pasividad del ejército romano y de que el emperador, en un intento por mantener la paz, pagaba a los dacios una sustanciosa cantidad de dinero, para atacar y saquear pueblos y ciudades. En Panonia la legión fue, aparentemente, olvidada por Domiciano. Allí se mantuvo durante tres años, hasta que los sármatas hicieron acto de presencia. Los sármatas eran guerreros formidables procedentes de las estepas, su caballería pesada, los catafractos y sus arqueros montados formaban una de las fuerzas militares más poderosas del mundo.

En el año 92 Domiciano obtuvo al fin su venganza contra su odiada XXI Rapax. La legión se enfrentó a la invasión de los sármatas. La habilidad de sus legionarios fue aprovechada por el emperador y éstos consiguieron rechazar la invasión. Pero no quedó ninguno que pudiera reclamar la gloria del triunfo, pues la legión XXI dejó de existir. La XXI Rapax, la depredadora, fue aniquilada en combate contra los sármatas. Para Domiciano fue un doble triunfo, se evitó la invasión y se libró de los traidores.
Desde la perspectiva de los siglos y en mi humilde opinión, la legión XXI Rapax de Roma tuvo un fin ignominioso y nada honorable para el sacrificio que sus integrantes hicieron. Se alzaron contra un César, un tirano cruel, pero a quien debían lealtad. Como compensación a ese deshonor rechazaron la invasión de los terribles sármatas. Al menos que estas palabras sirvan para otorgarles el honor que sin duda alguna merecieron por sus actos.  

Dany Cuadrado Morales.

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